UN QUIJOTE TORERO

Lunes, 27 Junio, 2016

Categoría B (segundo ciclo de ESO). Ganadora: Carmen Serrano Adánez (3º A)

UN QUIJOTE TORERO

En un lugar de la Mancha, cuyo nombre es Guadalajara, se encontraba un caballero de triste figura cabalgando junto a su fiel escudero, en busca de aventuras. El más alto tenía una mueca de tristeza pues el caballo en el que montaba no era su querido Rocinante, aunque reconocía que había tenido mucha suerte al encontrarse aquel otro pegado a la puerta de una casa.

 Señor, sigo pensando que fue una mala idea coger eso  dijo Sancho Panza.

¡No llames  “eso” a nuestro nuevo corcel!  respondió Don Quijote.

 Pero mi amo, eso es un simple palo de madera  le explicó el escudero.

 ¡Paparruchas! ,  le contestó con enfado su amo.

Sancho decidió no volver a mencionarlo y dejar al caballero cabalgar a gusto encima de su palo de madera. 

 ¿Ves aquello, Sancho? dijo Don Quijote señalando un edificio con forma circular lejano.

 Sí, ¿quiere usted ir allí?

El caballero asintió y empezó a moverse en dirección a aquel lugar seguido por Sancho.

Al llegar, quedaron impresionados por la cantidad de gente que se encontraba entrando en aquel edificio. Don Quijote sintió curiosidad y decidió entrar a investigar. En la puerta había un cartel que indicaba que el edificio se llamaba “plaza de toros”  y otro debajo de este en el que se podía leer: “Solo hoy, entradas gratis”. No supieron muy bien lo que aquello significaba, sin embargo, siguieron a la gente hasta el interior de igual modo.

Una vez dentro, Quijote y Sancho observaron el lugar; en el centro, se encontraba un gran círculo de arena y a su alrededor había unas grandes gradas con mucha altitud. Como no tenían ni idea de qué hacer, vieron como la multitud iba buscando un lugar para sentarse y decidieron hacer lo mismo. Era muy difícil encontrar sitios libres, no obstante, tras un largo rato buscando, encontraron dos en la parte más alta del lugar.

Debajo de ellos se encontraban una mujer y un hombre cuchicheando.

  • Nunca está tan llena. Esto ocurre porque los humanos van a la palabra “gratis” como polillas hacia la luz  habló la mujer.
  • Es cierto, seguro que es porque el torero de hoy es muy malo  respondió el hombre.
  •  Mientras haya sangre, lo demás me da igual  finalizó la mujer, tras soltar una carcajada.

Don Quijote, que escuchaba atentamente la conversación, se alarmó.

  •  ¿Sangre? Creo que aquí alguien va a necesitar mi ayuda  dijo el caballero observando con seriedad a Sancho.

El escudero fue a responder cuando los gritos de la gente que se encontraba allí le hicieron callar. Ellos no sabían que sucedía, pero pronto se dieron cuenta de que una persona se encontraba en el centro del círculo de arena, saludando al público mientras este le vitoreaba. Más tarde, el susodicho se colocó en una extraña postura observando con atención una puerta. Don Quijote estuvo a punto de echarse a reír por la situación cuando la puerta se abrió dando paso a una enorme bestia. Esto asustó al pobre hombre, el cual pegó un brinco de su asiento con cara de temor. Sancho le miró con preocupación.

  •  ¿Qué le pasa?
  •  ¿No te das cuenta, Sancho? ¡A eso se referían los señores de antes! Esa bestia matará a aquel pobre hombre.
  • No se adelante a los acontecimientos, mi señor. Espere un rato a ver qué sucede.

El caballero resignado volvió la mirada al círculo de arena para encontrarse con una gran sorpresa: ¡Era el hombre el que atacaba al pobre animal! Al darse cuenta de que el toro era la verdadera víctima, enfureció y salió corriendo en compañía de su corcel gradas abajo con intención de salvar al animal.

  •  ¡No!  gritó Sancho Panza.  ¡Espéreme, señor!

Don Quijote no le escuchó y siguió su camino. Cuando por fin llegó a las vallas que separaban el círculo de arena con las gradas, muchas personas intentaron detenerle, pero el consiguió escabullirse de ellos y entrar. La bestia seguía concentrada en el torero y no se había percatado del caballero, mientras que el hombre con extrañas vestimentas se había quedado observándole con rostro interrogante.

En ese momento, el hidalgo notó como su caballo se desvanecía y en sus manos, en vez de sus riendas, se encontraba un alargado palo de madera. Sin recordar lo que Sancho le había comentado antes; pensó que el hombre además de maltratar animales, también era mago y había convertido su caballo en un simple palo para derrotarlo con mayor facilidad. Sin embargo, Don Quijote no se dio por vencido con tanta rapidez. Se percató de que aquel palo le podía servir de lanza, ya que en esos momentos no tenía la suya, y arremetió con él contra el torero. La fuerza del golpe hizo que este chocara contra una de las vallas y se callera al suelo. Y, que finalmente, el toro enfurecido le pisoteara y le clavara uno de sus cuernos.

Toda la multitud empezó a abuchear a Don Quijote, el cual se indignó pues su intención era hacer el bien. Se acercó a Sancho, que se había quedado detrás de una valla viendo el espectáculo.

  • Vámonos de aquí, Sancho, no me gusta este lu… ¿Sancho?  intentó decir el caballero, pero antes de que pudiera terminar, su escudero salió huyendo despavorido.

Don Quijote se dio la vuelta para encontrar el por qué de la huida de su amigo. Vio a la bestia mirándole fijamente mientras excavaba en la tierra con una de sus patas traseras. El pobre hombre estaba tan atemorizado que no podía pensar bien, y en vez de huir en la dirección de su amigo, se puso a andar en círculos alrededor de toda la pista mientras el toro le perseguía.

Los abucheos del público se convirtieron en carcajadas que se hacían cada vez más fuertes a medida que el toro iba alcanzando a Don Quijote. Este terminó agotándose pronto y el toro no tardó en dejarle casi como al torero.