EL ANILLO PERDIDO

Lunes, 27 Junio, 2016

Categoría A (primer ciclo de la ESO). Ganadora: Cecilia Canalejas (2º B)

EL ANILLO PERDIDO

En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, vivió una dicharachera chica llamada Ainara, que llamaba la atención no solo por su rizada y pelirroja melena sino también  por la oscura y viva mirada de sus grandes ojos.

Era una mañana de primavera cuando Ainara se despertó con los primeros rayos de sol que cruzaban su ventana, al abrir los ojos lo primero que vio fue el desgastado techo de su pequeña habitación, salió de entre su nido de sábanas, se vistió y sacó unas viejas botas de debajo de su cama.

De entre todas las cosas que aquel día aprendió en su escuela, la que supo que no olvidaría sería la historia que su profesora relató aquel día con mucho entusiasmo, el resumen de la novela más conocida de Miguel de Cervantes: “Don Quijote”.

A la salida, regresó a casa con su hermano y sus vecinos David y Alicia, su mejor amiga.

Caminando por la interminable acera se dieron cuenta de que una estatua nueva  descansaba a un lado del camino, sujetando una lanza de un color bronce oxidado. Sintieron curiosidad y se acercaron a ella, dándose así cuenta de que era Don Quijote,  estatua que debería acompañar a la  de Dulcinea, que se encontraba solitaria en el centro del pueblo.

-¡Qué casualidad!- exclamó Alicia, entre risas.

-¡Sí, vaya coincidencia!- respondió David con su enérgica voz.

Ainara, en cambio, se había quedado impresionada mirando el precioso anillo que sostenía Don Quijote en su mano entreabierta, era dorado con algunos matices azulados y sombras más oscuras. Al final decidieron irse a comer.

El día terminó tranquilo, con una brisa primaveral que movía las hojas de los árboles provocando un pequeño susurro en el aire.

Ya en la cama Ainara se acurrucó en su nido y quedó dormida en un profundo y dulce sueño.

Alguien abrió la puerta de su habitación, ella esperaba que fuera su madre pero no era así.

-Buenas noches- susurró el individuo con voz tierna- ¿podríais salir de vuestra cama, bella doncella –prosiguió- y acompañarme fuera?

Ainara no se podía creer lo que estaba sucediendo, estuvo a punto de soltar un grito pero se mordió el labio inferior suponiendo que aquello era solo un sueño.

-Claro que sí, valiente caballero- respondió entre risitas.

Ainara salió de su cama y los dos anduvieron hasta un curioso parque y se sentaron en un banco.

   La primera en hablar fue ella

-¿Qué quieres de mí?- preguntó con cierta curiosidad

-Solo te quería preguntar- empezó- si vos sois capaz, de este anillo entregar…..- dijo mientras abría su mano con sumo cuidado-…….. a la doncella Dulcinea.

Don Quijote cogió el anillo y se lo puso a Ainara en el dedo anular. En ese momento desapareció.

Ainara se despertó sin saber muy bien lo que había pasado y lo recordó, pensó que todo había sido un sueño pero vio el anillo  en su dedo y quedó alucinada.

No sabía lo que había pasado en realidad, pero lo que si sabía era que no quería defraudar a una antigua leyenda, se vistió más rápido que la luz, sus padres ya se habían ido a trabajar, así que pudo encaminarse al centro de la ciudad y realiza ese importante encargo. Dulcinea estaba donde siempre mirando al horizonte. Era una estatua bellísima pero cuando se acercó a ella pudo ver que estaba triste, Ainara se quitó el anillo y se lo puso a Dulcinea, en ese momento el anillo quedó encajado para siempre como muestra de amor y una pequeña pero dulce sonrisa apareció en su rostro.

Esa mañana fue una de las más emocionantes que vivió Ainara.